La desgracia se cierne sobre Japón, ahora aparece el temible peligro de las radiaciones por radioactividad que cada vez es más alarmante. Cuando hace años vi la impactante película "Lluvia negra" de Imamura no pensé ni por asomo que la historia podría repetirse, y para colmo sobre el mismo pueblo japonés. Pero si hay un lugar del mundo que sabe como empezar desde cero y rehacer todo desde los escombros, ese lugar es Japón.
En la exposición "Desaparecidos" la fotografía que más me ha impactado ha sido la de un árbol empleado para golpear y matar niños en el campo de exterminio de Choeung Ek durante el régimen genocida de los jemeres rojos en Camboya.
Había una vez tres campesinos llamados Loup, Clair y Guiral. Vivían en un pequeño pueblo de la provenza francesa. Los tres se enamoraron locamente de la hija del Rey. Antes de que la princesa pudiera escoger con cuál de ellos se casaría, los pretendientes tuvieron que partir a las Cruzadas. Al regresar, descubrieron que la chica había muerto. Conmocionados por la pena, decidieron convertir su vida en un acto de duelo. Se convirtieron en ermitaños y se instalaron en montes cercanos. Cada uno encendió un fuego. Las hogueras brillaron por la noche durante años, pero se fueron consumiendo lentamente. El último fuego en apagarse fue el de Loup. Desde aquel día, el monte pasó a ser conocido popularmente como el Pic Saint-Loup.